Los infelices ocho años de Claudia
31/07/2011 00:01Claudia trabajó en uno de los call centers más grandes de Córdoba durante ocho años. Entró en 2001, un año atendió llamadas y siete fue supervisora. Laura González.
Claudia trabajó en uno de los call centers más grandes de Córdoba durante ocho años. Entró en 2001, un año atendió llamadas y siete fue supervisora. “Vi de todo: chicos llorando con fobia a atender; con depresión, con angustias... y nosotros, como supervisores, intentando motivar diciéndoles ‘miren el lado positivo, no hay aumento, ¡pero habrá fiesta en un boliche!’”.
Claudia resume el objetivo de su trabajo: muchas llamadas en el menor tiempo posible y de alta calidad. “Hoy ya no estoy más allí y soy feliz; todos los que me acompañaron no están más y también viven felices”, asegura.
Pocos trabajos tienen tan mala prensa como el de teleoperador. Cuesta encontrar alguien que esté contento con la tarea, la paga y las condiciones laborales.
Esta semana, el Senado dio media sanción a un proyecto de ley que limita a cinco los días laborables (hoy son seis), seis horas diarias y 5,30 si son nocturnas. Cada dos horas, establece 15 minutos de descanso y 15 segundos entre una llamada y otra.
También crea un régimen de jubilación excepcional, con 20 años de servicio (son 30 en el general) y 50 años para la mujer y 55 el hombre.
Con una población universitaria que supera los 150 mil jóvenes en esta ciudad, los call centers se han convertido en una buena opción laboral para el que estudia, el recién recibido y el de más de 45 años. En el segmento de 18 a 25 años, el desempleo triplica al promedio del país. A un call entran los que tienen estudios y, en muchos casos, hablan inglés a la perfección.
En Córdoba, el promedio de edad es de 25 años, con un salario promedio de 2.400 pesos. A diciembre de cada año, llegan sólo seis de cada 10 de los chicos que arrancaron en enero: el resto se va y entra el que estaba en la cola de espera, que es abundante.
Los defensores de los call dicen que muchos empleados son jóvenes sin cultura, que no toleran ningún tipo de presión y rigor, habituales en muchos entornos laborales. Aseguran que con esta ley la improductividad subirá al 35 por ciento y que la industria se replegará en el país.
De hecho, el sector se achicó 20 por ciento en la provincia en los últimos dos años. Es simple cancelar un contrato del alquiler y mudar las computadoras. Ni siquiera hace falta indemnizar; basta con no reemplazar al que se va por su voluntad.
La tecnología permite hoy ampliar esa búsqueda laboral al mundo, donde se multiplican los estados que ofrecen ventajas impositivas y mano de obra barata, también calificada. Córdoba compite con Perú y la India.
Los gremios y las inspecciones laborales de los estados ya tienen las herramientas para controlar mucho de lo que hoy denuncian los trabajadores, como el comer en el mismo lugar de trabajo, pocos baños o escasas salidas de emergencia. La regulación de la actividad es saludable. Será también sabia si encuentra el punto de equilibrio que conforme a las dos partes. El peor trabajo es el que no se tiene.